domingo, 28 de noviembre de 2010

Nombre completo: Mi Pensamiento Mediocre
Hora del deceso: 13:24
Hicimos todo lo que pudimos, señora.

sábado, 27 de noviembre de 2010

(Algún día de octubre o septiembre)

¿Será que la más fuerte marea declina ante lo escrito?
Tal vez es así. Destino y soledad de la mano, arcas de sometimiento y hastío, la llanura de una sensibilidad disfrazada y las rocas firmes de frialdad... una frialdad ensayada.
No vale. Pero resulta.
Y decir vida ya no tiene más que una inclinación poética, artística, médica, literaria.
El hurto más inocente, el crimen más grave, se ensombran en el mismo rincón.
Hordas de fuegos incontenibles, irreverentes, intespetuosos. Todo ahí. Ahí y afuera. A cualquiera.
Estalla el cuerpo, hierve el pecho, desandando enormes distancias.
Pero es así.
Vida ya no significa y cauces deshidratados terminan de agrietarse inmundos, solitarios e innumerables.
11/09/10

“¿Cómo se cuidan los pensamientos?”, le pregunté a mi mamá, que con algo de perplejidad me miró en silencio y luego, aliviada, empezó a tratar de elaborar una respuesta.
Hoy me regalaron uno, un pensamiento. Fue para el día del maestro. Sí, soy maestra, de profesión docente. Cómo le va. Y se ve que a lxs maestrxs nos faltan pensamientos, porque en nuestro día nos dieron uno a cada unx. Bah, si empiezo a hurgar, creo que son 2 ó 3. Quién sabe. Es muy difícil desemarañar pensamientos. Lo cargué todo el día. Elegí el que más me gustaba (descarté los parecidos a los que tengo)y partí. Al principio no estaba segura... todos los pensamientos tienen algo de atractivo. Pero finalmente me decidí. A medias tintas, como siempre, y sin demasiado riesgo, me apropié del que no era ni muy fuerte ni muy suave, ni muy lleno, ni muy vacío. Llevé el mediocre. El que encajaba conmigo. Y me pareció un pensamiento muy bello. Fui a trabajar con él, volví a mi casa y lo alimenté, para no perderlo.
Ahí me dí cuenta que los pensamientos pueden morir si no se los cuida. Y concluí, no con poca preocupación, que debía hacer algo (no siempre nos regalan pensamientos, y me pareció algo bonito para adornar mi cotideaneidad).
Fue entonces que, sosteniéndolo para no perderlo, para contemplarlo, parada bajo el marco de una puerta (que ni idea a dónde llevaba), pregunté: “Ma, ¿cómo se cuidan los pensamientos?”.
-“No necesitan mucho cuidado. Los pensamientos son fuertes. Eso sí, sacalos afuera. Les gusta el sol. Y no te olvides de regarlos”.
-“Ni loca”.